
En 1878, Renoir se
alejó del grupo impresionista y buscó el éxito en los salones oficiales;
el abandono de los principios
impresionistas se acentuó cuando, a partir de 1881, numerosos viajes
-Normandía, Argel, Florencia, Venecia, Roma, Nápoles, Sicilia- despiertan su
admiración por cierta idea clásica de lo bello -la pintura pompeyana, Ingres,
Rafael-, que le llevó a cuestionarse el valor de la espontaneidad de su técnica
anterior, alejándose progresivamente de los efectos atmosféricos en busca de
una pintura más definida. De esta época, cabe destacar obras que reflejan
momentos de la vida parisiense contemporánea, como el cuadro Madame
Charpentier y sus hijos (1878, Metropolitan Museum, Wolf Foundation, Nueva
York), que fue expuesto en el Salón de 1879, donde recibió la aprobación del
público y la crítica.
El
tema de la mujer, por el que el artista mostró claramente, durante toda su
vida, un gran interés, adopta, por lo general, un tratamiento de gran
consistencia y de resonancias clásicas. En este sentido destacan la serie de
las bañistas -Bañista sentada secándose la pierna (1895, Museo de
l'Orangerie, París), Bañista sentada (1914, Art Institute, Chicago), o Bañistas
(1918-1919, Museo de Orsay, París)- que constituyen el máximo exponente de la
belleza femenina, ejecutadas con una técnica cálida y envolvente. En estas
obras, las pinceladas no se mueven en múltiples direcciones, como se observava
en El moulin de la Galette, sino que se alargan por la aplicación
insistente de óleo húmedo diluido en aceite de linaza y trementina.
Fuente: www.biografiasyvidas.com.ar
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