
Entre los trece y los dieciséis años
vivió en Europa, donde se familiarizó con los clásicos franceses e ingleses, y
a su regreso se vinculó con A. Storni, Arturo Capdevila y otros, y más tarde
con A. Bioy Casares, S. Ocampo, S. Bullrich y el círculo de colaboradores de la
revista Sur. Pero nunca perteneció a ninguna "capilla
literaria", según sus propias palabras, aunque sí fue vicepresidente de la
Sociedad Argentina de Escritores (SADE) cuando J. L. Borges la presidía.
Sus gustos clásicos lo mantuvieron
ajeno a vanguardias e innovaciones. Admiraba a M. Proust, H. James y V. Woolf.
Obtuvo, entre otros, el Premio Nacional de Literatura (1963) y recibió la
Legión de Honor del Gobierno de Francia (1982). En 1931 comenzó a colaborar en La
Nación como crítico de arte y en 1936 reunió bajo el título de Glosas
castellanas sus artículos periodísticos; dos años después publicó la novela
Don Galaz de Buenos Aires.
Si con los cuentos de Aquí vivieron
(1949) y Misteriosa Buenos Aires (1950) abordó momentos de la historia
de la ciudad desde sus orígenes, con las novelas Los ídolos (1952), La
casa (1954), Los viajeros (1955) e Invitados en "El
Paraíso" (1957) retrató el apogeo y la dec adencia de la alta burguesía argentina.
Volvería a ello muchos años más tarde, con El gran teatro (1979), aunque
derivó antes hacia la novela histórica de ambientación europea. Aquí
vivieron narra diversas historias sucedidas entre 1853 y 1924 en San
Isidro, un suburbio tradicionalm
ente
habitado por la clase alta de Buenos Aires. El libro responde al proyecto de
plasmar una literatura que combinara la imaginación novelesca con una base de
datos históricos. La misma voluntad se percibe en La casa, relato en el
que una señorial vivienda de la calle Florida de Buenos Aires narra en primera
persona su propia historia y la de sus habitantes. Más abarcadora, aunque sin
romper con esa línea, resulta Misteriosa Buenos Aires, una
reconstrucción no carente de elementos ficticios de la historia de la ciudad,
desde el mismo momento de la llegada de su primer fundador, Pedro de Mendoza.
La temática histórica se despliega
también en los cuentos de Crónicas reales (1967) que, con humor, narran
las andanzas de los reyes de un inexistente país europeo; De milagros y
melancolía (1968) transcurre en la imaginaria ciudad de San Francisco de Apricotina
del Milagro, mientras que El laberinto (1974) son las supuestas memorias
de un aventurero español en la época de la conquista.
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