
Murió en Buenos Aires el 21 de diciembre de 1923.
Político, legislador, funcionario, historiador, educador, filósofo, literato: las múltiples facetas de Joaquín V. González; una de las personalidades más destacadas de la cultura nacional del período moderno.
Riojano de nacimiento, González estudió en Córdoba, en el Colegio de Monserrat. Con tan sólo 18 años, en esa ciudad, se inició en el periodismo, colaborando con varios diarios mediterráneos, como El Interior, El Progreso y La Revista de Córdoba.
Tres años después, comenzó a dictar clases, enseñando historia, geografía y francés en la Escuela Normal de Córdoba. En 1884, cuando tenía 22 años, empezó a escribir su tesis doctoral (Estudios sobre la Revolución) y fundó el diario La Propaganda. Además, se lo eligió presidente del Club Universitario Estudiantil.
En 1886, obtuvo el doctorado en Jurisprudencia.
Fue designado Miembro de la Comisión de Reforma Constitucional en 1887, y encargado de redactar el proyecto de Constitución para La Rioja. Era, por entonces, uno de los más destacados juristas del país.
Ese año, Joaquín V. González publicó La Revolución de la Independencia Argentina, la primera de sus obras de carácter historiográfico. Además ingresó al diario La Prensa, y fue designado primer profesor de la Cátedra de Derechos de Minas.
En 1889 fue elegido Gobernador de la Provincia (hasta 1891). Entonces, publica su obra fundamental: La Tradición nacional, una evocación legendaria en la que vincula el paisaje, el folklore, la sociología y la historia del país. Un lustro después, González accedió a la titularidad de la Cátedra de Legislación de Minas, y, en 1896, al Consejo Nacional de Educación, además de ser Académico Titular de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
En 1901 abandonó la diputación, cuando el presidente Roca lo llamó para encabezar el Ministerio de Interior. Interinamente, González debió ademas dirigir al mismo tiempo los ministerios de Justicia e Instrucción Pública, y de Gobierno y Relaciones Exteriores. No descuidó sus cátedras, no obstante la función pública, y se encargó de pronunciar magistrales discursos, como en 1902 en la Facultad de Derecho acerca de El ideal de la Justicia y la vida contemporánea.
Ese mismo año, presentó al Presidente un proyecto de reformas electorales, convertido en ley poco después. Gracias a la misma, que consagraba el sistema uninominal, fue elegido el primer diputado de adscripción socialista en el país (Alfredo Palacios).
En 1904, nuevamente González tuvo que encabezar dos ministerios al mismo tiempo: el de Interior y el de Justicia e Instrucción Pública, al frente del cual creó el Instituto Nacional del Profesorado Secundario de Buenos Aires, primero en este género que tuvo el país, y que tuvo como plantel docente inicial a una veintena de profesores contratados en el extranjeros, casi todos alemanes.
Falleció en diciembre de 1923, en medio de la congoja más general. Sus restos fueron acompañados por miles de personas hasta el Cementerio Norte. La misma congoja se repetiría varios años depués, cuando una enorme multitud acompañó sus despojos hasta su Chilecito natal.
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